Israel: la fortaleza de Masada

Israel: la fortaleza de Masada
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El emplazamiento no puede ser más inhóspito, pero esconde uno de los lugares más especiales y absolutamente imprescindibles de Israel: la fortaleza de Masada.

En el desierto de Judea, frente al mar Muerto, y a tan sólo un par de horas en coche de Jerusalén, se encuentra este importante yacimiento arqueológico, apenas las ruinas de lo que en su momento fue una gran fortaleza mandada construir por Herodes el Grande en el siglo I a.C, y que tras su muerte pasó a ser ocupada por los romanos hasta el año 66 d.C, cuando tendrían lugar los trágicos sucesos que la han hecho famosa hasta nuestros días.

Por aquel entonces estallaba en la zona la Primera Guerra Judeo-Romana, según la cual zelotes, sicarios y otros grupos judíos se sublevaban contra la dominación romana. Fue en ese contexto cuando un grupo de sicarios tomaron Masada y se instalaron en ella con provisiones suficientes para resistir durante varias décadas, decididos a no abandonar el lugar bajo ningún concepto; al menos, no vivos.

Y así fue. A los romanos les llevó varios meses construir la rampa que les permitió ascender hasta lo alto del macizo, así como una torre de asedio para superar la muralla de la ciudad. En ese tiempo, los habitantes de la fortaleza, viendo el futuro que se les presentaba, tomaron una decisión: suicidarse colectivamente antes de caer en manos de los romanos.

Los cabeza de familia fueron los encargados de poner fin a la vida de su mujer e hijos, y una vez hecho esto aguardaron a que diez hombres elegidos por sorteo les matasen a ellos. Cuando ya sólo quedaron diez, un último desafortunado asesinó a sus nueve compañeros, y antes de suicidarse prendió fuego a la fortaleza, dejando, eso sí, los almacenes de comida a salvo para que no quedase ninguna duda de que no actuaban por desesperación. Cuando los romanos entraron en la fortaleza sólo cinco personas habían conseguido salvarse, escondidas en las galerías subterráneas.

Con esta historia detrás (en la que posiblemente también habrá mucho de leyenda) se entiende el poderoso atractivo de Masada. Pero si a eso le añadimos unas vistas incomparables, y las interesantes ruinas de la ciudadela y el palacio de Herodes, la visita es absolutamente obligatoria.

Una de las partes mejor conservadas, y la que a mi personalmente más me impresionó, fueron sus salas de baños frías y calientes: todo un lujo para el lugar donde estaban instaladas, y que no dejan duda alguna de que en sus buenos tiempos en la ciudad se vivía muy bien, contra todo lo que uno pueda pensar cuando se encuentra allí arriba, bajo ese sol abrasador.

El acceso a la fortaleza de Masada puede hacerse de dos formas: mediante el funicular que cómodamente y en menos de cinco minutos nos deja en lo alto del macizo, o bien por el arduo Camino de la Serpiente, todo un reto para los más fuertes.

Se escoja el camino que se escoja, la visita a Masada será inolvidable, pero ya que vamos a pasar tanto calor una vez arriba, yo os recomiendo coger el funicular si no queréis llegar con la lengua fuera. Y por supuesto, ¡no olvidéis la gorra y una botella de agua!

Imagen | Carmen En Diario del Viajero | La tumba de Herodes, Israel: el mercado de el Carmel, en Tel Aviv

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