Efectos secundarios de depender demasiado del GPS: gente que cruza puentes inexistentes o que acaba en Carpi en vez de Capri

Efectos secundarios de depender demasiado del GPS: gente que cruza puentes inexistentes o que acaba en Carpi en vez de Capri
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Cada vez hay más indicios que sugieren que, además de una deficitaria educación al respecto, la dependencia de la tecnología para viajar (GPS, realidad aumentada, Google Maps, etc.) puede atrofiar nuestro sentido espacial. La ironía es que cada vez se hacen mapas mejores, y ello influye negativamente en nuestra capacidad de orientación.

La dependencia del GPS quizá sea el caso más evidente, hasta el punto de que a menudo se suceden anécdotas que parecen salidas de un tebeo. Como el caso de un puente inexistente. Durante la semana del 2006 que estuvo cortado el puente sobre el río Avon, los vecinos del pueblo inglés de Luckington, en el condado de Wilshire, tuvieron que sacar del agua una media de dos coches diarios.

¿Motivos? Un error en el trazado del GPS, que no es capaz, obviamente, de actualizarse según las circunstancias del día a día. Los conductores rescatados reconocieron haber confiado ciegamente en el navegador de su coche, ignorando las señales a ambos lados de la carretera.

También hay casos de gente que se dirige a un acantilado o se mete en una vía de ferrocarril simplemente porque la voz del GPS se lo ha indicado (no hace mucho, en mi viaje por California, cuya crónica podéis ir siguiendo por aquí, me sucedió que mi GPS me hizo dar una vuelta inmensa para llegar a un punto cercano. El GSP se llamaba Isabel, y bueno… Isabel recibió una buena colección de floridos improperios por mi parte que, para no onfender a nadie, no reproduciré).

La historia quizá más extraña fue la de una pareja que trataba de llegar en coche desde Venecia a la soleada isla de Capri en 2009. Tal y como explica Ken Jennings en su libro Un mapa en la cabeza:

Por desgracia, escribieron mal el nombre del destino al introducirlo en el GPS, y varias horas más tarde llegaron a la industrial localidad norteña de Carpi; se dirigieron al ayuntamiento y preguntaron a unos desconcertados funcionarios cómo llegar a la Grotta Azzura, la famosa cueva marina de Capri. Los funcionarios dieron por sentado que la “Grotta Azzura” debía de ser algún restaurante local del que nunca habían oído hablar.

Pero el declive de nuestra capacidad de orientación no empezó tras el invento del GPS, naturalmente, sino de nuestra progresiva adaptación a las cómodas ciudades y carreteras, llenas de señales e indicaciones.

Por supuesto, no es necesario que regresemos a las culturas nómadas como los beduinos, que siguen usando para orientarse todo tipo de señales naturales como las estrellas o los rastros dejados por los camellos: sería como abogar por el reloj solar cuando disponemos de un reloj digital. Pero depender en exceso de la tecnología para orientarnos no solo atrofia la misma capacidad de orientación sino otra red de habilidades asociadas. Y, como efecto secundario, una falta de ejercicio cerebral importante.

Tal y como alerta una profesora de psiquiatría de Montreal, Véronique Bohbot, especializada en la memoria espacial al referirse a la atrofia de una parte de nuestro cerebro, el hipocampo:

La sociedad está encaminada a reducir el hipocampo. En los próximos veinte años vamos a ver cómo los casos de demencia aparecen más pronto.

Como prueba de ello, podemos observar el caso justo contrario: cómo se desarrollan extraordinariamente los cerebros de personas que deben orientarse a menudo por laberintos de calles: los taxistas de Londres tienen un hipocampo más desarrollado de lo normal debido a ello. Al parecer, lo intrincado de la urbe londinense es el mejor entrenamiento para el hipocampo, aunque los efectos también están empezando a desaparecer a medida de que se implantan dispositivos de GPS cada vez más precisos.

Fotos | Humberto Möckel, Erik Streb
En Diario del Viajero | Descargar desde internet rutas turísticas para el GPS | Zapatos con GPS

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