Jorge Sánchez es un viajero con mayúsculas. Hace unos años tachó de la lista los últimos países que le quedaban por visitar de los 193 que existen el mundo. Sin embargo, todavia no se le ha quitado el mono de viajar y ahora se dedica a desplazarse a aquellos lugares más inaccesibles como el Kosovo o regiones del nordeste de la India donde la entrada a los turistas está prohibida disfrazado de hindú.
Lo han detenido varias veces -por problemas de visado, no penseis mal- y ha dormido en calabozos, nidos de cigueñas y en cualquier otro lugar donde la espalda se amolde con suficiente comodidad.
Lleva, ni más ni menos, que 25 años viajando, pateándose el mundo, conociendo culturas y mezclándose con ella. No creais que es millonario. Vive del viaje, de sus publicaciones y de todo aquello que puede el mismo viaje aportarle. Sólo se permite dormir en cama en países subdesarrollados mientras que en occidente aprovecha el autocar, el césped o todo aquello mínimamente cómodo para dormir. Tiene publicados 11 libros en su haber contando sus experiencias. Son altamente recomendables y a la vez peligrosos. Si alguien lee los siguientes versos del mismo Jorge sentado en la oficina y se siente plenamente identificado, ¡que se eche a temblar!
¡Ay de aquellos que han osado emprender el Camino del Viajero! Porque ello no les dejará ni un momento de quietud y les substraerá de los demás intereses de este mundo; se afanarán únicamente por intentar satisfacer en vano su insaciable pasión por los viajes y nunca considerarán haber viajado lo suficiente. A esas almas vagabundas sólo les aguarda desasosiego e infinita ansiedad por aprender sin cesar sobre todos los rincones de la Tierra, sobre la naturaleza de los seres que la pueblan, y sobre el significado de su propia existencia.
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