La asombrosa xenofobia de uno de los países más educados, cívicos y ricos del mundo

La asombrosa xenofobia de uno de los países más educados, cívicos y ricos del mundo
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Suiza, tan próxima y sin embargo tan diferente. Aquí se dan 3 besos como saludo en vez de 2. Los edificios de pisos no suelen tener lavadoras individuales sino una sala con una lavadora común que se usa conforme las normas que se establecen en cada comunidad de vecinos. A diferencia de otros países, aquí no está prohibido pisar el césped (supongo que la razón es que el césped abunda, y lo difícil es no pisarlo cada vez que das un paso).

El número de la matrícula de los coches corresponde a una persona, no al coche. Es decir, que si os cambiáis el coche en Suiza, el nuevo coche conserva la matrícula. Toda la vida. Ah, y la televisión es siempre de pago.

Otro de los detalles que definen a Suiza como radicalmente distinta a la mayoría de países del mundo es el de las manchas negras y blancas, el estampado de cualquier vaca. Ese estampado ejemplariza a Suiza, para bien y para mal. En Ginebra, por ejemplo, pueden verse sobre los radares que controlaban la velocidad de los vehículos, de esa forma pretenden que esas máquinas infernales resulten un poco más simpáticas. Además, al resaltar tanto, nadie puede aducir que ha sido pillado in fraganti. Por el contrario, no resultaba tan agradable el estampado de manchas negras y blancas de las ovejas empleadas en un cartel promocional de un grupo político.

Black & White

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La imagen del cartel promocional de este grupo político era la de unas encantadoras ovejas blancas pastando sobre el rojo de la bandera helvética que patean fuera de sus fronteras a una oveja negra con el ceño fruncido. Bajo la premisa ganadera de que el vellón de una sola oveja negra podría contaminar la pila de lana de todo un rebaño, la Unión Democrática de Centro (UCD) ha aplicado el componente metafórico de esta imagen para criticar a la inmigración desaforada.

Su propuesta, expresada sin empacho y con tendencias claramente despectivas y discriminatorias, es expulsar del país a los delincuentes extranjeros. Los delincuentes patrios podían quedarse, pero los extranjeros, estigmatizados por el sambenito social del color negro, no podían hacerlo. Lo más intrigante de este grupo político populista y xenófobo fue que, en octubre de 2007, ganó las elecciones federales con un resultado aún mejor de lo esperado. Así, la UCD se haría con el 28,8 % de los sufragios en una cita con una participación del 47,6 %, la mayor desde 1983. Poco después, afortunadamente, Christoph Blocher, el diputado racista más votado en estas elecciones, no pudo acceder al Gobierno helvético por el rechazo del resto del Parlamento.

Y es que Suiza tiene estas contradicciones. Por un lado es un país limpio, educado, cívico y moderno, cuna de grandes escritores y científicos. Pero por el otro, es capaz de mostrar un rostro innegablemente xenófobo. Como en su particular manera de clasificar a los inmigrantes. Todos los extranjeros que aspiran a residir en el país de manera legal deben asumir que serán catalogados con una letra según las razones que aleguen y su procedencia.

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  • Clase B: se obtiene si se llega a Suiza con un contrato de trabajo de al menos 12 meses. Si eres estudiante universitario, entonces basta con presentar el certificado de matriculación de un centro suizo. Sólo se conceden 15.000 permisos de esta clase por año.
  • Clase C: si eres un ciudadano de la Unión Europea obtienes esta clase, que te permite residir de forma indeterminada en el país, aunque con permisos renovables de 5 años.
  • Clase L: para trabajadores con contratos laborales inferiores a 12 meses.
  • Clase G: los trabajadores que tienen su lugar de trabajo en zonas fronterizas del país, aunque sólo pueden residir legalmente en esa zona.
  • Clase S: para los refugiados políticos o de guerra.
  • Clase F: para quienes no reúnen ninguno de los requisitos anteriores pero cuya repatriación se considera inaceptable.
  • A pesar de esta escrupulosa clasificación de permisos de residencia extranjeros, en Suiza viven más de 130.000 ilegales, según fuentes de la Oficina Federal de Migraciones.

    Islamofobia

    paisaje
    Tal vez esto ocurre porque muchos ciudadanos perciben que la entrada desordenada de inmigrantes, con su correspondiente bagaje cultural, pudiera mancillar las inmaculadas nieves vírgenes del país. Desde hace pocos años, sin embargo, la inmigración que más está preocupando a determinado tipo de suizos es otra muy distinta: la alemana de clase alta. Debido a la crisis económica global, el norte de Suiza está recibiendo miles de alemanes con una formación tal elevada que comienzan a arrebatarles puestos de trabajo a trabajadores cualificados.

    Un fenómeno que, sin duda, incrementa el natural instinto competitivo que siempre ha existido entre las tierras germanas y las helvéticas.

    A finales de 2009, Suiza de nuevo sorprendió a toda Europa con los resultados islamofóbicos del referendo que se celebró a propósito de la prohibición de la construcción de minaretes (esas torres altas y cilíndricas que indican la existencia de una mezquita). Y es que los musulmanes suizos son una minoría (un 3 % de la población), y la mayoría de ellos proceden de las antiguas repúblicas balcánicas de esa religión. En Suiza, pues, reina una mayoría católica y protestante. Y hay que recordar que 110 miembros de la famosa Guardia Suiza son el ejército de la Ciudad del Vaticano.

    Irónicamente, los bancos suizos albergan grandes fortunas islámicas. Porque el dinero, por encima de todo, es importante para los suizos. Incluso por encima de las religiones.

    En Diario del Viajero | Cosas que probablemente no sabías sobre Suiza: comen perro, cuarto país con más armas del mundo, no inventaron reloj de cuco | La primera vez que comí chocolate en suiza, y el chocolate que ni engorda ni se derrite Fotos | Wikipedia

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