Cosas que no sabías sobre Ginebra o lo que opinaba Borges al respecto

Cosas que no sabías sobre Ginebra o lo que opinaba Borges al respecto
5 comentarios
HOY SE HABLA DE

Mi primera impresión sobre Ginebra fue, lo confieso, que era una ciudad bastante anodina, con mucho tráfico rodado, y con cientos de bicicletas trazando trayectorias caóticas. De hecho, tras recorrer Suiza de forma bastante concienzuda, Ginebra enseguida se convertiría en la ciudad que menos me había impresionado. ¿Cómo hacerlo, existiendo lugares como Montreux y su mercado o Gruyères y su museo Alien?

Días después, sin embargo, me enteraría de que Ginebra está considerada como la segunda de las ciudades más seguras y con mejor calidad de vida del mundo (la primera es la también suiza Zúrich). Es lo que se desprende del Estudio Mundial sobre Calidad de Vida, difundido en abril de 2007. Algunos de los criterios para valorar a las metrópolis mundiales eran las condiciones políticas, sociales y económicas, así como factores medioambientales, de seguridad, sanidad y educación.

En total, se emplearon 39 criterios indicadores de la calidad de vida. Barcelona y Madrid, por ejemplo, se encuentran en los puestos 41 y 42 respectivamente. Yo había vivido 25 años en una ciudad que estaba a 39 puestos de Ginebra. Lo cual no me extrañaba demasiado, habida cuenta de que Barcelona huele mal desde el siglo XIX debido a los problemas del circuito de salubridad de la ciudad, así como su relación con la presión atmosférica y el nivel del mar. Un hedor del que estaba a salvo Ginebra, por supuesto.

Ginebra también está anclada en la orilla del lago Lemán, el lago más grande de Europa. De hecho, es tan gigantesco que parece un océano. No hay experiencia más bella que recorrerlo a bordo de uno de los barcos “Mouettes” que permiten una rápida travesía de una orilla a otra. Al oeste, el Mont-Blanc e Italia. A dos pasos, Francia.

El escritor José Luis Borges decía de Ginebra:

De todas las ciudades del mundo, de todas las patrias íntimas a las que un hombre aspira hacerse acreedor en el transcurso de sus viajes, es Ginebra la que me parece la más propicia a la felicidad. A ella le debo el haber descubierto, desde 1914, el francés, el latín, el alemán, el expresionismo, Schopenhauer, la doctrina de Buda, el Taoísmo, Conrad, Lafcadio Hearn y la nostalgia de Buenos Aires.

No en vano, Borges escogió Ginebra para pasar sus últimos años de vida, concretamente en la intersección de Grand Rue con la Rue du Sautier, en el número 28. En Charmilles, un barrio muy popular, una calle lleva su nombre, a modo de homenaje. Algo totalmente merecido si estamos hablando de un personaje que, ya a los 8 años de edad, escribió un relato, basado en un episodio de El Quijote, que tituló La visera fatal. Una precocidad sólo comparable a otro gran filósofo alemán, como se explica en este fragmento de Nadie conoce a nadie de Juan Bonilla:

Y también a los ocho años, Wittgenstein, niño multimillonario, se formuló esta pregunta – que según sus estudiosos es el origen de todo su pensamiento -: “¿Por qué uno ha de decir la verdad si puede serle beneficioso decir una mentira?”.

614px-views_of_geneva.jpg
Ginebra es la ciudad de Calvino y Rousseau, iconos de la Ilustración. Es una ciudad humanista, epicúrea y refinada, cuna de instituciones humanitarias y organizaciones internacionales.

Por ejemplo, aquí nació la Cruz Roja: si os fijáis, la famosa bandera de la Cruz Roja que distingue las ambulancias en las guerras, por ejemplo, no es más que la bandera suiza con los colores invertidos. El fundador de esta institución fue Henri Dunant, nacido en Ginebra en 1828, que había amasado una fortuna en Argelia como especulador de grano.

También se puede visitar aquí el edificio de las Naciones Unidas, que tiene un tamaño mayor que el Palacio de Versalles y es el lugar de trabajo de 3.500 funcionarios internacionales. Difícilmente existe otra ciudad europea que acoja tantas visitas de jefes de Estado extranjeros.

Ginebra también es la metrópolis más pequeña del mundo. Incluso posee sellos propios para su correo. Sus calles, una cacofonía de lenguas: francés, alemán, romanche e italiano. Y por supuesto, inglés.

Eso no quiere decir que todos los suizos sean políglotas. Por ejemplo, aquí, que predomina el romanche, no se aprecia demasiado el alemán. Es cierto que es obligatorio aprender una de las tres lenguas oficiales del país durante el periodo escolar básico, pero nada más. Los suizos ginebrinos, y en general de la zona romanche, se sienten, por tanto, más próximos emocionalmente a sus vecinos franceses, de carácter más marcadamente latino, que a sus compatriotas alemánicos, de costumbres más nórdicas. Todo este lío monumental de lenguas e inclinaciones emocionales se trata de minimizar con una iniciativa reciente: la publicación Langues suisses, la primera guía de conversación cuatrilingüe nacional. Una guía de bolsillo que cuesta 12 francos.

En Ginebra se celebra uno de los salones del Automóvil más famosos del mundo. El Salón de Ginebra.

En Ginebra también nació Frankenstein. Pero eso lo dejamos para otro día, si os parece.

Fotos | Wikipedia En Diario del Viajero | Cómo viajar gratis del aeropuerto de Ginebra-Cointrin al centro de la ciudad

Temas
Comentarios cerrados
Inicio