Viajar no solo consiste en desplazarse físicamente a un lugar para tomar fotos que subiremos a Instagram y trae souvenirs a la familia y allegados, a los que agobiaremos un poco con nuestras andanzas. Viajar también puede ser, y de hecho es, un proceso a través del cual nuestro cerebro y nuestro cuerpo se vuelven mejores.
Es lo que sugieren las investigaciones científicas a propósito de los beneficios de cambiar de escenario e interactuar con otras culturas.
El Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, liderado por Sagrario Manzano Palomo, señala que viajar fortalece una parte de nuestro cerebro: el encéfalo. Este proceso tiene lugar porque, al viajar, nos vemos sometidos a nuevas vivencias y nuevos conocimientos de idiomas y culturas, incrementándose así las conexiones neuronales: “Las experiencias novedosas estimulantes y gratificantes mejoran nuestra reserva cognitiva, todo lo contrario de lo que ocurre cuando sufrimos episodios estresantes, que debilitan las redes neuronales”.
Por otro lado, la creatividad también se incrementa en las personas que han residido fuera de sus países de nacimiento, o han pasado una vivencia multicultural continuada, tal y como se concluye en una investigación realizada por científicos franceses y estadounidenses: “El aprendizaje multicultural es un importante mecanismo por el cual las experiencias que son vividas en entornos foráneos conducen a la mejora creativa”, concluyen los autores de este estudio.
También se ha observado que las personas que realizan actividades culturales o ven mundo experimentan un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo, una evidente mejora de su propia aceptación y una menor mortalidad. Tal y como rubrica Katja Pynnönen, investigadora de la universidad finlandesa de Jyväskylä: “La actividad social mantiene la movilidad corporal, y así disminuye el riesgo de morir prematuramente, porque la actividad favorece el ejercicio físico".
Vía | Muy Interesante
Imagen | Matt Ming