¿Fotografiar o no fotografiar?

¿Fotografiar o no fotografiar?
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HOY SE HABLA DE

En el viaje hay dos escuelas: los que deciden ir cargados con la cámara para tirar fotos a todo cuanto no quieren olvidar; y los que consideran que tirar fotos es una forma de olvidar, pues la foto es la excusa para aceptar que el sitio ya ha sido visitado, que a otra cosa, mariposa, y entonces no se crea un recuerdo fuerte del lugar, sino que se deposita en la fotografía, que no deja de ser una imagen plana, unidimensional. Como comprar una postal: tienes la imagen, pero podrías haber estado o no.

Hay quienes viajan con un costoso equipo, con una cámara reflex con diversos objetivos, focos, un trípode, baterías o carretes suplementarios. Otros, por cámara, sólo llevan sus ojos.

Mi opinión personal al respecto es que… depende. Hay lugares, momentos, que precisan de fotografías. Y las fotografías, en cierto modo, pueden obrar como ventanas, como un incentivo para volver o para ir más allá. Otros viajes no requieren de fotografías ni de postales sino de exprimir la experiencia con los cinco sentidos con los que venimos dotados al mundo..

No fotografiar

no foto
Son lugares en los que hay que hablar con los lugareños, concentrarse en los detalles, vivir el momento no tanto como una forma de coleccionar el recuerdo como una forma de cambiar cómo eres.

Son lugares refractarios al vicio mostrenco por comprar, poseer viajes. Sitios que no son bonitos, ni representativos. Lugares que nada tienen que ver con ésos en los que los profesionales de la fotografía de viajes plantan su material, disparan la fotografía en las mejores condiciones de luz y temperatura, y, tras un lavado de cara con algún editor de fotografía, se confeccionan postales, cuadros y cualquier cosa susceptible de endosarse al turista ávido de demostrar y demostrarse su viaje.

Con los años, he ido descubriendo que la cámara es más un lastre que una herramienta útil para el viaje (para algunos viajes). Sé que es un gran invento y todo eso, que permite levantar testimonio, aportar pruebas, crear un ancla para los recuerdos, congelar el tiempo. Sé que es un adminículo indispensable para el turista.

El problema es que se da por supuesto que hay que llevarla, se considera que sin ella no hay vacaciones, ni viaje, ni día especial. Y, a alguno de nosotros, nos tiraniza. Me costó darme cuenta, porque a ya ni nos lo planteamos, lo de llevar cámara.

Para la mayoría de la gente es una ventaja, un instrumento útil. Para mí, no siempre. Reparé en que me estrechaba el viaje. Me obligaba a mirarlo todo a través del objetivo, a considerar cada cosa que veía como digna o no de una fotografía, y el viaje se convertía en un tablero de ajedrez, en un mundo maniqueo, en el blanco o negro, tiro una foto o no tiro una foto, ponte ahora tú, mejor desde esa esquina, que se ve mejor la iglesia.

Toda la catarata de sensaciones pasaba por un embudo apresurado del objetivo, y pasaba sin dejar huella, porque una vez tirada la foto, la mente consideraba que ya habías asimilado el lugar, la atmósfera, la gente, el olor, y te persuadía a continuar en buscar de la próxima postal. Para algunos viajes, mejor sin cámara.

Sí fotografiar

Odilon Redon
Otros lugares sí merecen fotografía porque permiten recordar, de forma prístina, intocada, por qué viajaste, y que debes volver a hacerlo. Por ejemplo, esos paisajes que recuerdan a un cuadro de Odilon Redon o Gustave Moreau.

O el Ángel del norte, en Inglaterra, un día de lluvia. O los dos mil arcos naturales de piedra del parque nacional de Utah.

Fotografiar como experiencia. Andando cerca de una casa en construcción, buscando el ángulo perfecto para sacarle una foto. Lo que te obliga a observar que los andamios son de tallos de bambú, atados rudimentariamente con cuerdas. De pronto, surgida de la nada, aparece una niña pequeña que se aproxima a ti gritando. “Faranji! Faranji!”. Sabes al instante que faranji significa hombre blanco en amhárico. Te detienes a hablar con ella y le prometes un caramelo si se dejaba hacerse una fotografía. Te sonríe y te dice que sí. Y cada vez que miras esa fotografía se agolpan de nuevo no tanto las sensaciones que viviste, sino la necesidad de volverá vivirlas.

Foto | Wikimedia

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