Una gallega en la India: Bodhgaya

Una gallega en la India: Bodhgaya
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Me ha costado treinta y siete días, seis mil kilómetros sufriendo en trenes y buses como si los hubiera hecho de rodillas y me han picado tantos bichos como para hacer un manual de entomología, pero ya puedo decirlo -dejadme que coja aire-: Todos los flipados que se van a la India y vuelven diciendo que es un país maravilloso tienen razón. ¡India (la) se sale por todos lados!

La última vez nos habíamos quedado en que salí de Calcuta rumbo a Bodhagaya, lugar donde el Buda despertó (entendámonos, no de resaca después de una juerga, si no a la realidad ultima del Nirvana), planteándome seriamente mi futuro vital.

Más en concreto, pensando para amortizar este viaje cuando vuelva a España me voy a dedicar a jugar al poker. Si es que un paseo de diez minutos es mejor que diez inyecciones de botox. Cada dos pasos alguien te pregunta si quieres entrar en mi tienda / ir a un templo a ver una ceremonia / venir a fumar charas con mis amigos / comprar una edición del kamasutra / subir a mi cuarto a que te enseñe una cosa que tengo (juro que esto último me lo han dicho). Y yo con mi sonrisa de lavarme los dientes con Prozac, 'No thank you", sin mover un músculo. El día que tenga una escalera de color, ni pestañeo, vamos.

Bodhgaya, para que lo sepáis, está en el estado más pobre de la India, pero tiene un gran riqueza en forma de moscas y mierda, aparte de ser una especie de pasarela Cibeles del budismo, desde monjes zen japoneses que parecen salidos de Matrix a monjes tailandeses vestidos como hace 2500 años. El interés está en el Templo Mahabodi, donde esta el árbol bajo el que Buda se despertó. Aparte, hay templos budistas de casi todos los países donde es la religión mayoritaria y para limar tensiones alguna concesión a los nativos, a ver si les va a parecer mal que levantes un templo con apliques en oro al lado de sus chozas en adobe.... Verbigracia, al lado del templo japones hay una clínica gratuita, con una placa para que les quede clarito: "Regalo de la Liga de Damas budistas japonesas al pueblo de Bihar". De los caballeros budistas no decía nada, aunque conociendo a los japoneses, supongo que habrán montado un colegio para niñas descarriadas en alguna parte.

Llegué coincidiendo con una fiesta hindú -los nativos de Bihar aparte de feos y harapientos son hinduistas, las desgracias ya se sabe- en honor a Durga, diosa del Buen Rollito, creo, porque la representan con cara de loca y un collar de cabezas humanas ensangrentadas. El caso es que levantan una especie de Cortilandia a lo pobre con estatuas en cartón piedra de Durga, acompañada por cuatro señoritas que descuartizan y devoran a sendos caballeros, y luego las suben en unos carros y las pasean por el pueblo bailando y tirando petardos, en plan carnaval cruzado con el Tren de la Bruja.

Con este panorama en la calle me fui para el templo en busca de un poco de paz y sentido espiritual, o algo, esquivando mendigos y vendedores, para encontrarme con un montón de monjes tibetanos en falda y camisa -o camiseta imperio teñida, que el presupuesto no da para florituras- tirándose sobre unas planchas de madera, que parecía que estaban haciendo un casting para un nuevo anuncio de Pronto -¿os acordáis? el de la señora que se tiraba en plancha sobre una mesa de juntas-.

Bueno; parecer, parecer, parecía un mercadillo, alrededor del árbol había una multitud de monjes tibetanos sentados rezando non stop, todos vestidos de rojo y en todos los tamaños. En plan catálogo. Desde cero a ochenta años, con monjes de todas partes en grupitos que parecían equipos del Gran Prix, ordenados por colores, en medio algunos blancos con estas pintas new age que deberían ser también el habito de una nueva religión, algún turista sacando fotos, hindúes por ahí en medio -claro, cariños, Buda también es un dios para ellos-, señoras tibetanas en traje típico y más monjes tibetanos repartiendo pan y te con mantequilla, que iluminarnos va a ser que no, pero al menos merendamos.

Luego me enteré de que estaban de visita unos lamas muy importantes, de ahí la animación.... No, si yo en este viaje ¡me lo encuentro todo!

Bea Piñeiro

Imagen | Dr Catherine

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