El pueblo idílico (y un poco kitch) de Carmel
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El pueblo idílico (y un poco kitch) de Carmel

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El mundo es pródigo en pueblos que parecen salidos de cuentos de hadas, de aldeas en las que parece que todos sus habitantes toman regularmente el soma huxleyano que leemos en Un mundo feliz, burbujas de felicidad autocontenida (al menos a nivel arquitectónico) que rozan el kitsch malo (como con el colesterol, hay kitsch bueno y kitsch malo). Lugares extrañamente sintéticos, extrañamente limpios, como escenarios intocados.

Como el caso de Carmel-by-the-Sea, en la costa Oeste de Estados Unidos, entre San Francisco y Los Ángeles, en el condado de Monterrey.

Un pueblo para privilegiados

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En Carmel todo es caro: las casas, los hoteles, los restaurantes, los campos de golf. No en vano, aquí solo viven millonarios o artistas. Y se nota a los pocos minutos de pasear por sus calles: extremadamente limpias, sin papeles en el suelo, perfectamente orquestadas a nivel estético, flanqueadas por casitas como recién pintadas.

Nada está dejado al azar en Carmel. Aquí todo tiene que ser perfecto y, además, concordar estéticamente con los cuentos del danés Hans Christian Andersen, como Hansel y Gretel (sí, solo falta una casita de chocolate para que todo sea perfecto).

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Carmel también ha sido hogar de escritores como James Ellroy y Robert Louis Stevenson. Además, todo el pueblo es dogfriendly, es decir, podéis acceder a bares, tiendas, hoteles y hasta a la playa con vuestro perro; y es recomendable que esté bien vestido y haya pasado por la peluquería, porque aquí los usuarios de perros cuidan a sus mascotas como si prácticamente fuesen seres humanos.

No es la única ordenanza extraña en este pueblo extramuros de Estados Unidos: el código municipal prohíbe el uso de zapatos con tacones de más de cinco centímetros de altura y con una base inferior a 6,5 centímetros, a menos que el usuario haya obtenido un permiso especial para ello. Tal ordenanza fue introducida en la década de 1920 por parte de un abogado de la ciudad para evitar las demandas de las portadoras de tacón alto que se tropezaran en el pavimento irregular originado por las raíces de los árboles.

Trip 2012 Carmel By The Sea 2

Hasta 1986 tampoco estaba permitido vender y comer helado en la vía pública, pero Clint Eastwood, en su etapa como alcalde de Carmel, derogó dicha norma.

En Carmel, además de casitas de cuentos de hadas, también descubriréis que no hay ni un solo semáforo, de modo que se recomienda admirar las fachadas de las casas con cierta cautela so pena de que os pase un carísimo coche por encima.

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