Corazón de foca, cerebro de caribú y otras cosas repugnantes que son capaces de comer los inuit

Corazón de foca, cerebro de caribú y otras cosas repugnantes que son capaces de comer los inuit
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Una carta en la que figuren las comidas tradicionales inuit puede parecerle, a alguien impresionable, un catálogo gore de venta de órganos clandestino, o los efectos especiales de la próxima película de psicópatas. Y es que en ella encontraremos perlas como el corazón de foca, el cerebro de caribú, huevos de pingüino u otros platos en los que abundan términos como “tendones”, “grasa”, “sangre” o “cabeza”.

Los inuit (cuidado, en Alaska prefieren que nos refiramos a ellos como inuit, no como esquimales) abandonaron su existencia nómada en la década de 1950, pero la mayoría de hombres adultos continúan complementando su dieta familiar con la caza (en parte para ahorrar dinero), y quien caza, debe comer órganos entre los inuit.

La principal razón de que se perpetúen estas costumbres tan exóticas, de hecho, es la economía: transportar comida hasta un lugar tan remoto como éste cuenta dinero, y ello se ve reflejado después en el precio de los productos de supermercado. Una sandía, por ejemplo, puede llegar a costar 25 dólares. O como ha llegado a señalar sardónicamente Mary Roach en su libro Glup: “Los pepinos eran tan caros que el encargado de las clases de educación sexual local hacía sus demostraciones de cómo poner un condón con un palo de escoba.”

Por eso los inuit comen ojos de caribú, tanto crudos como cocinados. Porque, además de ser una tradición cultural, resulta infinitamente más barato. O la membrana estomacal de un caribú. O incluso los contenidos del estómago, que es musgo y liquen a medio digerir por el animal: al ser difícil digerir por los humanos, los inuit permiten que los animales lo hagan primero, como si comieran por tandas. Sí, suena tan repugnante como lo que es.

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Ahora tales costumbres gastronómicas nos parecen pintorescas o dignas de conservarse en aras de preservar la diversidad cultural del mundo (aunque muchos de nosotros no estemos dispuestos a meternos nada de todo esto en la boca, pero no siempre fue así. Los exploradores británicos del Polo, por ejemplo, rechazaban tales costumbre por esnobismo… hasta el punto de que preferían morir de hambre, tal y como relata Robert Feeney en su libro Polar Journeys: The Role of Food and Nutrition in Early Exploration:

Los británicos creían que la comida esquimal… estaba por debajo del nivel de un marinero británico y, desde luego, era impensable que un oficial británico pudiera comérsela.

Los inuit también tienen una curiosa relación con sus mascotas que nos dicen hasta qué punto su gastronomía, el hecho de aprovecharlo todo para comer, definen el estilo de vida. Y es que los inuit no conciben tener mascotas. Los animales son herramientas o son comida. Si le decimos a un inuit que tenemos un gato, probablemente te preguntará para qué lo usamos.

Si bien las mascotas y los animales de compañía son imposibles de comer por nosotros, no sería raro para un inuit. Sí, tienen perros para el trineo, pero tales animales son parte del equipo. Y, por tanto, cosas; lo que cumple lo que señala Mary Roach en su libro Glup:

Cuanto más próximos estamos de una especie, emocionalmente o filogenéticamente, más poderoso es nuestro sentimiento de horror ante la idea de engullirlo, pues que matarlo parece un asesinato.

Otras curiosidades

La gastronomía de los inuit es tan particular porque su cultura, en general, también lo es. Es remota, apenas ha recibido influencia externa. De modo que podemos encontrar particularidades en ella que seguramente nos provocarán una dilatación de nuestros ojos: el idioma inuit, que también se conoce como inupiaq o inuktitut, cuenta solo con tres vocales y carece de adjetivos. Nunca necesitan contar más allá del 12, pero si eso ocurre entonces emplean el idioma danés. Las palabras «beso» y «olor» se designan con la misma palabra.

Tampoco se besan frotándose la nariz, tal como lo hacía David el gnomo, y ni se os ocurra mencionárselo porque la mera sugerencia de este gesto les irrita. Lo que si practican en el kunik, una especie de resoplido de afecto que sobre todo emplean las madres con sus hijos, aunque también lo hacen las parejas (no lo confundáis con otra clase de resoplidos más sexuales).

Fotos | Wikimedia En Diario del viajero | Diez platos aparentemente repugnantes que os pueden servir por el mundo.

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